La ANIDAN-Bloko del Valle Juniors Band toca en Manda
Programa: Salida a las 12.00 y tocar a las 13.00. A las 13.30, todavía no habíamos salido. La marea estaba muy baja y no hubiéramos podido acercarnos al embarcadero.
Aparte del grupo, se apuntan los voluntarios y médicos, así que partimos en dos embarcaciones: el dhow y la ambulancia de ANIDAN. Unos 40 minutos nos separan de Manda. Navegamos entre manglares y en un recodo aparece el pueblecito donde nos han invitado a tocar. Es el lugar donde se extraen los bloques de coral que se utilizan en las buenas construcciones de la zona.
El escenario es de lo más curioso. Bajo un gran árbol ponen unos bancos de madera, unas cuantas sillas de plástico y el equipo de sonido a todo trapo. El motivo es recaudar dinero para ayudar a un chico del pueblo que ha conseguido una beca para estudiar en EEUU criminología. La gente no se anima a acercarse y están situados en las puertas de sus casas, protegidos del sol y con caras poco expresivas hasta que empiezan a sonar los tambores. Se empiezan a animar. Luego canta Kimani dos temas y le sigue una laaaaaarga “interpretación” de los dos presentadores, animando a los donantes.
Viendo que la cosa no parece tener fin, María les pide que toquemos la última parte y salimos de pasacalles hasta el embarcadero. A los barcos y de vuelta. El dhow, con toda la banda y los tambores, se convierte en un improvisado escenario y empiezan a sonar todo tipo de ritmos, cánticos y danzas, con un atardecer de ensueño y un marco idílico de playas y manglares.
Ya por la noche y tras la cena, reunimos a todos los niños bajo el gran mango donde habíamos colocado a Yumo (nuestro ser de la leyenda). Badru la lee en ingles y Fatma la va traduciendo al swahili. Todos sentados sobre la arena, callados y atentísimos siguen el relato. En esa semioscuridad, solo se ven un montón de ojos blancos que casi no pestañean y, al finalizar, Badai (nuestro masai de verdad) enciende su potente linterna enfocando a YUMO, que está justo encima de sus cabezas… una exclamación al unísono rompe las últimas palabras de Fatma y se vislumbra fascinación al entender que todo lo que habían escuchado, podía ser verdad. Un escalofrío nos recorre la espalda de abajo a arriba y nos deja con la sensación de que igual dentro de unos años esta historia, que ha nacido en ANIDAN, se repite y repite y se convierte en la leyenda de Lamu.