Cuenta la leyenda…

P1060094   Os presentamos al nuevo “masai” contratado por ANIDAN. Es el “masai” perfecto… siempre vigilante, atento y en guardia… ni come ni duerme… pero no tiene nombre…

Cuenta la leyenda…

Las callejuelas de Lamu estaban casi vacías. Un sol de justicia hacía que sus habitantes estuvieran recogidos en sus casas Sólo se veía algún burro vagando errante y se oía el alboroto de los murciélagos alrededor de su árbol preferido. Al fondo el rumor del mar.

De pronto se cubre el cielo y empieza a sonar un ruido sordo producido por la lluvia rompiendo sobre los tejados de hoja de palmera de la ciudad. Una tormenta tropical en toda regla que nos hace refugiarnos en un pequeño café local. –Jambo- oímos desde un rincón donde se encontraba un señor mayor, mirada limpia, pelo blanco, una especie de chilaba blanca y piel muy oscura. –Jambo- contestamos y nos sentamos a su lado a compartir un té swahili (té con leche y jengibre, exquisito y un poco picante)…

Tras los ceremoniales saludos de rigor y la constatación de que nuestras familias estaban bien, vamos entrando en otra serie de cuestiones, como de donde somos, que hacemos y cuál es nuestra religión. Poco  a poco se interesa por nuestro trabajo y por cómo se vive en nuestro país. Entre sorbo y sorbo (está muy caliente) la conversación se anima y el tiempo se para. Fuera sigue lloviendo, pero casi no nos damos cuenta, salvo por alguna gotera que se cuela entra las hojas de la cubierta.

Y sin venir a cuento nos dice: ¿Quieren que les relate una historia? Levantamos las cejas sin decir palabra como signo de aprobación y, de alguna forma, nos sentimos como niños preparados para escuchar con los cinco sentidos

Hace muchos años un joven padre con sus dos hijos (chico y chica) salieron a pescar por  los manglares de Manda. Era su trabajo. Cada dos días, preparaban el pequeño dhow (embarcación a vela local) y partían en busca del sustento familiar, consistente en moluscos y pequeños peces, muy abundantes en la zona. El dhow tiene un alto mástil que sujeta la vela y no es lo más indicado para adentrarse en los manglares, pero él, los conocía perfectamente. Cada día tomaba un itinerario diferente para no esquilmar ninguno y sólo cogía lo necesario para su alimentación.

Ese día tomo un rumbo poco habitual y fue adentrándose hasta que el paso se fue cerrando. Los manglares formaban como un túnel que se iba estrechando. En un momento, el mástil se enredó con las lianas y empezó a subir la marea muy rápidamente, había luna llena. Vió que la cosa se ponía fea y sacó a los niños del barco, subiéndolos a un enorme árbol, ordenándoles no moverse.

Él se dedicó a intentar liberar el mástil de la maraña que le impedía moverse, hasta que un golpe de mar lo rompió. El dhow quedó a merced de las aguas y partió aguas abajo. Quedaros ahí, que vuelvo a buscaros, les dijo. Al bajar la marea volvió a por ellos, pero ya no estaban. Los buscó durante tres días sin éxito y volvió a casa hundido. “Los he perdido” dijo a su familia. Desde ese día , cada mañana salía a recorrer los manglares en su busca e iba dejando pistas, por un lado para saber por donde ya había pasado y por otra como reclamo por si ellos las veían. Eran palos de madera que siempre orientaba hacia la salida.

Un día, en uno de los recodos del manglar que tan bien conocía, se dio cuenta de que los palos no estaban. Pensó que se los habría llevado alguna crecida y volvió a colocarlos, pero esta vez los amarró. Esa  noche hubo otra fuerte crecida y volvió curioso al mismo lugar, al amanecer, para ver si seguían allí. No estaban.  Recorrió el manglar fijándose en las orillas por si los veía flotando, pero no hubo suerte. Esta vez se metió hasta donde nunca lo había hecho y se dio cuenta de la marea subía, por lo que decidió quedarse a dormir con el dhow bien amarrado. El manglar tiene vida propia y sus ruidos, sobre todo de noche, no le tenían demasiado tranquilo, por lo que estaba muy alerta.

En un momento le pareció oir lo que parecían unos golpes secos, que se repetían, pero no hacía viento. Y se repetían. Cada vez los oía más claros y acompasados. Esperó a que amaneciera de nuevo para tratar de acercarse a ellos, pero al salir el sol dejaron de sonar.

Volvió a casa y se procuró todo lo necesario para pasar en el manglar las noches que fueran necesarias, con sus otros dos hijos mayores, para llegar a ese sonido. Partieron de inmediato. Volvieron al lugar desde el que oyó los golpes y escudriñaron cada rincón, sin ningún resultado. Tampoco oyeron nada. Se prepararon para pasar la noche y justo al caer el sol comenzaron los golpes, pero esta vez tenían una cadencia recurrente. Dejaron la seguridad del dhow y se adentraron a pié por el manglar, conscientes del peligro, pero atraídos por aquel sonido. Cada vez lo sentían más cerca y eso animaba su curiosidad. Cuando ya lo sentían delante, un muro de ramaje les impedía el paso, por lo que sacaron sus machetes y empezaron a abrirse paso. Empezaba a amanecer y cesaron los sonidos. Cuando por fin atravesaron el muro, se encontraron con un extraño claro, donde había un lecho de hojas con dos pequeños durmiendo. A su lado había frutas frescas y un montón de palos, los mismos que él había ido dejando como señal. Los niños estaban bien y despertaron sorprendidos por los gritos del padre.

A su vuelta, y poco apoco, los niños fueron contando como unos seres extraños los habían llevado hasta allí, salvándoles de la crecida y que cada noche les dejaban comida y tocaban con los palos sobre los troncos para auyentar a los animales.

Nunca vieron más que sombras y nunca nadie volvió a saber nada de ellos.

Al acabar el relato, nuestro relator se calla y nos dice: la niña era mi abuela y me lo contó muchas noches al acostarnos. Yo lo quiero transmitir, pero nadie me cree… asante sana por escucharme… y se fue no sin antes invitarnos a nuestros tés.

Con los datos que nos dio, hemos hecho esta reproducción de uno de esos seres al que hemos bautizado como Yumo y hemos colocado en uno de los enormes mangos de ANIDAN, para que nadie los olvide.

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~ por Gotzon Cañada en 25/08/2013.

3 respuestas to “Cuenta la leyenda…”

  1. Me ha encantado la leyenda…muy poetica

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  2. Yo estoy encantada con las pequeñas-grandes esculturas…son una pasada! y una preciosidad…una idea estupenda!

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  3. Preciosa leyenda y preciosas esculturas…un beso grande desde Lamu

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